Antonio Jiménez Paz

Antonio Jiménez Paz
26 Poemas


De: Los Ciclos de la Piel, (Ediciones La Palma, Madrid 1992)

1.


Un paseo largo de arboledas
turbias.
Me fui solo a diluirme lento.
Tu certera cabellera se inclinaba hacia el monte
como red inmensa, astral.
Me enfrentaste con tus parótidas de melaza
y retorcí mi lengua una y otra vez
siguiendo las instrucciones de tus ojos ovíparos.
De la luz manaba luz,
de tus parótidas un torrente de persecución.
No pude diluirme lento.

Elevé ojos a tus ojos.
Tronché la rosa de los amantes quietos,
dedos bajo la mandíbula, sentados
uno frente a otro.
Violé ese intermedio trenzado de moscas
y me acerqué a tus parótidas dulces
antes que el aire secara lo húmedo y los insectos
robaran la sustancia.
Ya ves,
preferí contigo un paseo largo
de arboledas turbias.



2.

LA INFANCIA EN DÍAS NORMALES

Las alondras eran de plástico
y nosotros con pies en las nalgas
simulábamos el vuelo
por un viejo corredor de tea
palmeado con virutas verdes.
Qué suerte, siempre una salomé
nos sorprendía en bragas,
sin tetas, hecha trompo,
los lunes, los martes,
y el resto de días
que no eran fiesta.



De: Tratado de Ornitología, (La Calle de La Costa, S/C Tenerife, 1994)


3.

Poblado el horizonte de pájaros
queda el pecho traspasado
al mundo del amor inventado.


4.

Amor mío,
canta ahora.

Hay un pájaro
examinador
en la ventana.

5.

La polilla está contenta.

Alrededor de la bombilla
presume dar la vuelta al sol.

6.

Si mataste un pájaro
no dudes que alguien ande buscándote
y al doblar una esquina
haga lo mismo contigo.

7.

El ave en tus ojos
se queja del paisaje.

Mira con cuidado.

8.

Aunque parezca del cielo,
no.

La clave del trino
se esconde en el cuerpecito
del pájaro.
Oh, cielos.

9.

Ahora miro el árbol
y me acuerdo de ti.
Y me pregunto por qué el árbol
atrae al pájaro.

No encuentro respuesta
más que mirándote.


10.


Soy una jaula.

Dentro,
un pájaro
que no vuela sin mí.

11.

Pese a ángeles, arcángeles y serafines
los pájaros
perduran.


De: Diario de la Distancia, (Huerga & Fierro Editores, Madrid 1996)

12.

Irrumpe una flecha
en la humareda de la noche,
se clava y alcanza su empeño
los escondites del querer,
se aloja y deja el corazón malherido.
En la herida yace una razón.
y en la razón, humo.

Demasiado humo
para distinguir al arquero.


13.


Alguien me espía
y no localizo sus pasos.
Sus pasos me rondan
y no vislumbro su sombra.
Su sombra deambula
por alguna parte del mundo.
No conozco el mundo
y alguien me espía.

Tengo un ángel de la guarda
que es un idiota.



14.


Cabalgando de año en año,
cabalgando sobre un caballo de cartón masticable
llego hoy por fin a donde arrecia el viento
y me persiguen olores,
al barrio de la sabiduría inscrito en los mapas,
en todos los manuales redactados
junto a estanques de primaveras mudas.

Cabalgando de año en año
soy caballo,
no jinete.


15.


Habita mi casa
un hada,
un príncipe,
un sabio.

Habita mi casa
una bruja,
un dragón,
un impostor.

El raciocinio llega tarde
y ya sin sitio.
Se despeña sin ser empujado.


16.

Las rosas soportarán con espinas
su hermosura,
colmarán el sueño en su espesura
y de sus pétalos manará
gota a gota sangría.

Habrá fiesta.

Y arrojarán los manojos
una vez secos.


17.


Por un beso se donan mil poros
y por mil poros se posan las manos.
Escuece la orfandad en un pliegue de entrega
y acuden los amores rozándose las yemas.

Se hace presente la reina de corazones.

Los corazones a partir de entonces
se muerden.


18.

Atardece en cueros y las luces braman.
Callado soy indulgente
con miríadas de ojos
que no calman los golpes de amor.

Tórrido, pues,
afronto la noche lunar.

Atardece en cueros
y parece
que todo el mundo va desnudo.

19.

No hay quien borre el lápiz de los labios,
el carmín de la carne,
el sánscrito nervio
heredado de los ancestros.

Cada huella me devuelve al principio
porque el amor no tiene fin.

20.

Vago por una arcada de luz
bamboleándome con venias al viento,
asustando a los objetos sin sombra.

Vago sospechoso
en trenza de luz
camino de ser filamento,
raza del fuego primigenio.

Vago por la armonía del destello.


21.

Es en el túnel de las caderas
donde se consume mi vida
y la vida de los perros.

Se llega y se entra,
se detecta el mundo
y se agarra con fuerza.

Los perros aúllan,
uno se acaba.



De: Tren de Vida (Ed. Baile del Sol, S/C Tenerife, 2003)

22.

FEDRA

Las noches perdieron el signo evidente desde que aborreciste la pelusa del melocotón o el granulado de la naranja, el sonrojo de la guayaba o el rostro alargado del plátano. Te horrorizó cualquier manjar que eligiera tu boca prevenida.

Por entonces se congojaba tu rostro, resumiéndose hasta casi despedirte de la luz. Te apestaba el menaje de cocina: tu bocado era únicamente Hipólito.

Pero Hipólito te quedaba lejos. Entre tú y él florecían los mirtos. Tras ellos escondías tus ojos: allá estaba Hipólito, donde jamás tus pechos deseaban, allá lejos. Nadie supo qué amabas de Hipólito si desde niño le untaste polvos talcos en cada reguera de su cuerpo.

Pero cómo empuja el deseo: acuciada por el ocaso decidiste enviarle una carta. ¿Qué hiciste, entonces, Fedra? ¿Qué conjetura del alfabeto desveló tu silencio de amante? ¿Qué palabras usaste para que tu amor se usara?

Ay, Hipólito continuó bañándose en la sangre y tú, Fedra, deseando bañarte en su semen. Al fin adiós dijo Hipólito a los mirtos al tropezar con un olivo estéril y asimismo morir, como uno de ellos.

Precisamente al contrario que tú, Fedra, un mirto eterno y florido.



23.


ANDRÓMACA

Andrómaca ya no espera el dulce veneno de la boca de Héctor, ni sentir su brazo henchido rozándole la espalda. Ahora Andrómaca se dedica a limpiarse los lunares, a aullar con eco insonoro el nombre del que agonizaba para morir: Héctor es su nombre, Héctor el único nombre, apoyo del mundo.

Mira que quedarse acariciando el aire de las marismas tras presenciar el desembarco, a los rudos soldados arañados como gatos. Esos soldados no son todos los que defendieron el sitio de Troya. Troya es tu ruina. Troya es el orgullo, pese a todo, para quienes puedan celebrarlo.

Ay, Andrómaca, todos dicen que a Héctor lo vieron en el transcurso de la batalla defendiendo como ninguno el sitio a pecho descubierto. Andrómaca, despierta: la guerra ya ha terminado. Troya ha sido destruida y los que no han regresado jamás volverán. Serán como las pencas arrasadas, serán polvillo esparcido por la abatida Troya.

Ve a buscar guarida como súbdito de cualquier amo. Héctor ya es polvo de Troya. Tú, polvo del Olimpo.





De: Casi Todo Es Mío (Ed. Artemisa, S/C Tenerife, 1ª Ed. 2005; Ed. Baile del Sol, S/C Tenerife, 2ª Edición, 2008)

24.


De la distancia
nadie quiere sus caderas.
De la lejanía
nadie sus ventanas.



25.


La luz convierte en mariposa
lo que la noche en animal acorralado.


26.


Como un estudiante subrayo los párrafos de mi cuerpo,
lo hallado misterioso o incompatible
con algún sistema explicativo.

Me describo y no me consigo creíble,
digno de papel,
apenas materia de libro.

Entonces me borro.








ANTONIO JIMÉNEZ PAZ nació en las Islas Canarias (España) en 1961. Es licenciado en Filosofía y titulado en Planificación y Gestión Cultural por la Universidad de La Laguna. Como escritor es fundamentalmente poeta. Ha publicado los poemarios: Los Ciclos De La Piel (1992), Tratado De Ornitología (1994), Diario De La Distancia (1996), la antología personal Tren De Vida [1992-2002] (2003), donde no sólo recoge poemas de sus libros anteriores a esta fecha sino otros dispersos en revistas hasta entonces, y Casi Todo Es Mío (2008). Aparece recogido en distintas antologías, entre ellas Poesía Canaria De Los 80 (Cádiz, 1996) y Los Transeúntes de los Ecos (La Habana, 2001). Para diciembre de 2009 está prevista la edición de una muestra de su obra bajo el título Zoo Sin Fauna, en la colección Velarde (Cuadernos Amerhispanos) de San Luis Potosí (México).